domingo, noviembre 18, 2012

Cuando me fui...

A veces no me acuerdo de su cara, recuerdo fragmentos, la curva de su mandíbula, su media sonrisa, sus ojos a veces verdes, a veces castaños, pero no soy capaz de recordar su rostro completo, tenía que haber cogido una foto, sólo una foto. A pesar de todo no le olvido, tengo presente constantemente esa sensación de pérdida, el vacío que sentí cuando me fui. 
El primer año me levantaba cada día desorientada, buscándole a mi lado, al darme cuenta de que estaba en una cama dura, exigua, lejos de todo, deseaba, con todas mis fuerzas, irme, volver a casa, con él y afrontar las consecuencias. Claro que las consecuencias serían funestas, aguantando volvería a él algún día, de cualquier otro modo estaría con él sólo un día, teniendo en cuenta que llegara a tener esa oportunidad. 
Lo que más me angustia es pensar que pensará él, quiero creer que es consciente de que nunca me iría por voluntad propia, que algo pasó para que le dejara de aquella manera, pero no puedo evitar pensar que se convenció de que le dejé y ya está, la navaja de Occam, la explicación más sencilla suele ser la correcta y lo más sencillo es pensar que me fui porque no fui capaz de dejarle cara a cara, seguro que ha habido gente que ha intentado convencerle de ello ¿Lo habrán conseguido? Al menos nunca me preocupó que estuviera con otras, lo que si me preocupa es que si realmente me conoce tan bien como para saber que algo pasó, se sentirá muy culpable y, le conozco, sé que la culpa puede llegar a consumirle. 
Mañana se cumplen tres años de vacío, tengo que contarles a todos quién soy y volver, volver a él, por fin, rezo a un ser indeterminado para que, me esperara o no, quiera volver a mi.