jueves, febrero 18, 2010

Una Historia Diferente (Capítulo 2)

- ¿estás seguro Arthur?- preguntó Lord Mitchell mirando al fuego.

- Si, sé que no es apropiado, pero desde la primera vez que la vi supe que sería mi esposa. Es una pretensión demasiado alta para alguien en mi posición, es una locura para cualquier caballero casarse con la mujer a la que se ama… pero no hay nada que desee más. Lord Mitchell, si no está de acuerdo romperé el compromiso y buscaré una esposa de su agrado.

- Arthur…- Se acercó al asiento donde estaba el joven y le posó una mano en el hombro- El día que naciste me prometí a mi mismo que te casarías con quien deseases, pasara lo que pasara. Entiendo lo que sientes y pretendo que tengas más suerte que yo. Y mira que yo tuve suerte al poder tener a tu madre cerca hasta el día de su muerte y nada me duele más que no haber podido darte mi apellido.

- Vos habéis hecho más por mi de

lo que me merecía, padre.

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Deirdre Donnelly era una irlandesa con el cabello color fuego y los ojos verde hierba que se había visto empujada a la mendicidad tras la condena de su padre a morir por garrote vil por hereje, habían encontrado fragmentos de la cosmogonía de Hesíodo en su humilde casa urbana, cómo aquel legajo había llegado a su casa era algo que Deirdre desconocía, dos semanas después de la muerte de su padre su madre también murió, de hambre, ya que no comía para poder alimentar a sus hijos. Malachy, el mayor, se fue para intentar conseguir tierra, cosa poco probable arrastrando de una niña hambrienta, así que Deirdre se tuvo que sacar las castañas solita siendo muy joven.

En su periplo por el mundo, y mucho más lejos de lo que ella pensaba que llegaría, en cualquier camino, bajo cualquier árbol, acabó desvaneciéndose y despertando a lomos de un caballo, protegida por los brazos del joven Lord Daniel Mitchell, hijo de Lord Héctor Mitchell. Desde entonces vivó bajo la protección de los Mitchell al cuidado de la madre de Daniel y más tarde de su esposa, una pánfila a la que detestaba.

No sabía muy bien si por agradecimiento o por el roce Deirdre acabó enamorándose de su señor y Héroe y él no sabía si porque ella era una jovencita desvalida o por que sus ojos verdes se le clavaban en el alma, acabó enamorándose de la damisela en apuros a la que había salvado.

Daniel la llamaba Didi y la besaba en la punta de la nariz, ella le rascaba la barba, habría preferido morir en aquel camino antes de acabar al cuidado de cualquier otro, habría sido una desgracia no haber sentido nunca aquel intenso amor. A veces, al despertar, se sentía angustiada pensando que Daniel Mitchell no era más que un sueño y ella seguía vagando por el mundo, porque al fin y al cabo aquella historia era demasiado buena para ser real.

Lord Mitchell intentó casarse con ella, pero el deber era antes que el amor y tuvo que casarse con la única heredera del ducado de Berwick y así heredar el ducado y ascender un escalón más en aquella sociedad de estamentos. Aunque no por eso dejó de olerle el pelo a su Didi y además llegó Arthur, hijo bastardo, pero querido, por el que Deirdre dio la vida. Le prometió a la única mujer a la que había amado que a su hijo no le faltaría de nada, jamás.

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Emma recorría el pasillo de la capilla hasta colocarse a la altura de Sir Arthur y tras recibir las bendiciones se subió a un caballo, rodeó a su marido con los brazos y se perdió en el horizonte.

En cuanto lleguemos me pegará una paliza de muerte y no me dejará descansar hasta que tengamos un hijo varón, será cruel conmigo, anoche se portó bien para que no montara una escena antes de la boda, pero me tiene que tratar mal, esto no puede ser tan perfecto.

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