Me doblo hasta tocar la arena con las manos y cojo un puñado. Abro la palma y la fina arena blanca se escapa entre mis dedos. Siento que tú eres la arena escapando de mi, sin querer, empujado por la fuerza de la gravedad.
A veces me encuentro sin fuerzas para hacer frente, primero, a los comentarios y, después, a los silencios, otras sólo me puede la impotencia por saber que no puedo hacer nada por ti.
Me doblo hasta tocar la arena con las manos y cojo un puñado, no cierro la mano y cuando llego a casa la meto en un bote con cierre hermético, algunos granos se me quedan pegados a las manos. Vas listo si crees que te voy a dejar escapar.
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