jueves, noviembre 10, 2011

Viaje en coche


El pelo de la tapicería te envuelve como los brazos de una madre, el volante calienta tus manos heladas, la palanca de cambios en punto muerto te llama, enciendes la radio, emprendes la marcha y comienzas la aventura. No sabes dónde te llevará el viaje, ni cuánto durará, pero tampoco importa, la carretera te espera, con sus curvas incesantes, insinuante cual mujer. La compañía es buena, la música es genial, el viaje siempre es plácido a pesar del cambio que puede acarrear, nunca es cansado y siempre es inesperado.

Ahora queda a tu izquierda un mar azul inmenso, el agua está tan clara que te parece ver los peces, el acantilado es alto, pero no te da miedo la carretera filosa por la que transitas, todo lo contrario, disfrutas de la marcha, del paisaje, de la temperatura suave típica de las zonas costeras, tu copiloto canta a voz en grito Free Fallen de Tom Petty y yo no puedes dejar de sonreír.

En un intervalo indeterminado de tiempo ya estás en una carretera de montaña, los cúmulos de nieve empiezan a aparecer en las umbrías, los pinos altos y centenarios evitan que el sol, tan cercano ahora, te ciegue, abres la ventanilla para que el viento fresco te acaricie el rostro, el olor es embriagador, poco a poco la nieve se multiplica, cada vez hace más frío y la montaña empieza a brillar. El camino empieza a serpentear en bajada hasta que llegas a terreno llano, los girasoles miran hacia ti, o hacía el sol que está a tu espalda, pero no, te miran a ti, Norah Jones suena en la radio con su tranquilo sunrise, la brisa es cálida, pero no abrasadora, te pones las gafas de sol, miras a tu acompañante y sonríes. Él te llama la atención, una imagen fantástica sucede ante vuestros ojos, un Seat Seiscientos está adelantando a un Scania tipo americano, de esos con el morro largo, hasta que se pone frente a él, la bella y la bestia versión automovilística.

El terreno vuelve a ser abrupto, vuelve la carretera curvada y el paisaje pajizo, el trigo hace ondas marinas color de oro a ambos flancos, en un momento dado empiezas a oír un rugido, quitas la radio, como si fuera un león, tu acompañante hace cávalas, suena a convoy, tú confirmas, es un convoy de Harleys que aparecen en la siguiente curva, cada una de un color, unas originales, otras custom, unas con la horquilla hasta las nubes, otras deportivas… Encuentras un hueco entre ellas en un vistazo, miras las líneas discontinuas, esta es la tuya, adelantas a dos de ellas y te quedas a su nivel un instante, para verlas, sus conductores  dejan el manillar y empinan su dedo gordo para saludarte, tu acompañante y tú contestáis de la misma manera al saludo. Terminas de adelantar y te metes en mitad de la caravana, todavía con el dedo levantado y con una sonrisa en la cara, como si Mickey Mouse hubiera venido a felicitarte en persona en tu quinto cumpleaños.
Las máquinas rugen como una mandada de fieras, no te lo crees, que música celestial producen esos motores. 

De repente un golpeteo suena en tu ventana, no haces caso, pero se repite, tu padre está golpeando el cristal “Venga, sube atrás que nos vamos ya”, se acabó el viaje, pero en cualquier momento tendrás otra ocasión para subirte en el coche mientras esperas y volver a salir de viaje a donde el motor de la imaginación te lleve.

No hay comentarios: