lunes, septiembre 29, 2008

Cuderno de Bitácora

Inicié un viaje en un barco desvencijado, lleno de rendijas por las que entraba el agua, pensaba que el viaje sería corto y no me importó, pero al poco tiempo aprendí a amar los vaivenes de la mar y la brisa marina, así que arreglando el barco me pasé un par de puertos. Con el tiempo conseguí un navío sin fisuras, fuerte como para aguantar mil tempestades.
En mi pequeña nave disfrutaba de las aguas mansas y me protegía de las bravas, a veces aparecía una grieta que volvia a cerrar con premura.
Después de casi tres años de Travesía me encontré frente a frente con un tifón, pero mi navío presentó digna batalla y nos mantuvimos a flote. las aguas vuelven a estar mansas, aunque bajo la superficie palpita aún el corazón de la tormenta y yo, asustada, reviso mi barco para que no haga aguas.
Mi barco, mi alma, llévame a buen puerto.

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