jueves, diciembre 29, 2011

La vida no vivida

Le miraba desde mi esquina, en silencio, esperando no ser descubierta jamás, era mi elemento prohibido, cuando sonreía me temblaban las piernas, pero no había nada mejor que verle inclinar la cabeza sobre el papel mientras movía el bolígrafo a compás, estaba dibujando y aquello siempre era una experiencia, porque yo siempre era la primera en ver sus dibujos, como si entre nosotros hubiera una conexión artística, él leía y yo analizaba sus dibujos, poco a poco nos encaprichamos el uno del otro, pero nuestras circunstancias no nos permitían hablarlo, ni las circunstancias ni el miedo al fracaso, primero por mi, después por ti, hasta que un día, cuando nuestra amistad fue lo suficientemente fuerte nos confesamos la atracción, nuestras historias se fraguaron en nuestra cabeza, él era ideal para mi y yo ideal para él, eso nos impedía, bajo toda circunstancia, tener una historia real, cruda, dura, con problemas que no existían en nuestras mentes. Al final la amistad se diluyó, como se desvanecen otras tantas amistades, pero nuestras vidas no vividas nos acompañan, golpeándonos con fuerza cuando menos lo esperamos. Esa vida inventada aparece en sueños, en recuerdos fabricados y nos encoje el alma, no con nostalgia, sino con la amargura de saber que aquello nunca sucedió ni sucederá.

Lo cierto es que hay algo positivo en todo esto, sabes a ciencia cierta que hay alguien que no forma parte de tu vida cotidiana, que de vez en cuando, aunque no sepas con qué frecuencia, te tiene presente, que cuando alguno de los dos falte el otro lo mantendrá vivo, del resto de gente con la que te has relacionado no puedes estar seguro, pero la vida no vivida se enquista en aquellos que no la vivieron y tal y como hay gente que convive con una enfermedad crónica tú convives con ellos y ellos contigo.

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