lunes, mayo 30, 2011

Antes de...

Empieza siendo un sentimiento, una sensación interna que martillea el pecho y no sabes identificar, poco a poco se expande, te presiona la boca del estómago, en este punto supones lo que puede ser, pero sigue sin tener un fin claro, inmediatamente después empiezas a manifestar los síntomas físicos:
1. Te plantas ante hojas en blanco sin saber porqué, abres word, cierras word, abres el blog, cierras el blog, coges un boli y unos folios, los guardas, te quedas mirando pasmado tu cuaderno de notas...
2. No puedes dejar de mover las manos, cualquiera puede pensar que repasas una pieza de piano con la mente, pero en realidad lo que haces es dar paso al tercer síntoma.
3. Se instalan frases cíclicas en tu mente que se repiten una y otra vez aunque no tienes ni puñetera idea de que hacen allí ni de que significan, porque desde luego, estas frases no son más que un síntoma, ni siquiera las utilizarás posteriormente.
4. Un hormigueo se instala en las yemas de tus dedos, es constante, molesto y agradable a la vez, es cuando llega el punto crítico, identificas que lo que necesitas es escribir, la inspiración te ronda aunque titubea, sigues sentándote, ahora con conocimiento de causa, ante las páginas en blanco aunque los pensamientos que te rondan no llegan a ninguna parte y tus manos siguen con ese movimiento constante sin llegar a nada.

Ahora pueden pasar dos cosas, la primera que te sientes a escribir, se te ocurra cualquier chorrada y se te pasen los síntomas, dándote un tiempo indeterminado de respiro, la segunda es que finalmente no seas capaz de escribir absolutamente nada, llegando al bloqueo.

miércoles, mayo 25, 2011

Una carta de amor

Querida Rosa:

Tras nuestro encuentro esta mañana en el bosque no dejo de pensar en tus cabellos hilados en oro y en tu canto de ruiseñor, aún espero encontrarme contigo esta tarde y llevarte lejos, donde sólo estemos tú y yo, aunque existe un pormenor que muy probablemente cambie la naturaleza de la relación que pretendía entablar con vos.

No os lo he dicho, pero soy príncipe, Felipe, hijo de Huberto, y me hallo prometido desde la niñez con la princesa Aurora, única heredera de su trono, por lo que el matrimonio es altamente provechoso para mi familia. No pretendo inquietaros con esta noticia, como supondréis (o desearéis) he pataleado para que dicho matrimonio no se celebre, ya que he caído presa de vuestros encantos y mi deseo es tomaros a vos como esposa, auque, como entenderéis, mis deseos no priman en esta situación y por mucho que patalee, siendo el único hijo de mi padre, no puedo permitir que la dinastía se pierda por mucho que yo os adore, que lo hago. Así que finalmente me casaré con Aurora, pero no os angustiéis, querida mía, espero que encontréis oportuno que nos veamos en el bosque, tal y como teníamos acordado y os haré mi eterna esposa en el alma y os mantendré como concubina hasta el día que deje de amarte, que será, por supuesto, el día de mi muerte. Tenéis que entender, querida mía, que no puedo permitir que mi familia pierda esta oportunidad y que, por supuesto, no tengo intención de perderos.
En lo referente a la princesa no creo que se sienta ofendida, cuando nació tres hadas le dieron tres dones, una de ellas le dio la belleza, que será incomparable con la vuestra a pesar del encantamiento,  otra le dio una hermosa voz, tampoco comparable con la vuestra y cuando la tercera se disponía a darle el tercer don, que supongo sería la inteligencia, apareció una bruja malvada, la condenó a morir y se olvidaron de hacerla una mujer avispada para evitarle la muerte, así que no debe ser muy lista. Te prometo que no compartiré su lecho una vez llegue la descendencia y como vuestras caderas me dan la sensación de que no están preparadas para traer hijos al mundo, por su estrechez, estaremos todos contentos y sin pleitos dinásticos.

¡OH! Querida Rosa, nada me gustaría más que desposaros a vos y haceros mi reina, pero entended que si no desposo a la princesa Aurora el reino aledaño caerá en el más absoluto caos al quedarse sin dinastía monárquica, y eso traería tantos problemas a mi reino que no puedo permitir que mi pueblo sufra por no hacer yo el pequeño esfuerzo de casarme con esa pusilánime y por otro lado no puedo permitir que tus labios rojos como las grosellas estén lejos de los míos, o que tus trinos estén lejos de mis oídos, o que tus cabellos no descansen sobre mis sábanas de raso. Querida Rosa, prometedme que aceptaréis este acuerdo, tan provechoso para todos, y me amaréis aunque sea en la soledad de mi alcoba, aunque yo quisiera gritar a los cuatro vientos que es a vos a quien amo.

Quiero que entendáis que es mi obligación como heredero al trono procurar a mi pueblo la mayor seguridad y, muy a mi pesar, cumplir las promesas que mi padre hizo en mi nombre, además, así tendrás mucho más terreno para salir a canturrear por los extensos bosques que este nuevo reino nos ofrece, porque supongo que tendrás a bien trabajar como doncella de mi esposa, sé que no será tarea fácil, pero es la mejor manera de poder estar cerca sin levantar sospechas y de no darte un trabajo pesado, claro que si prefieres estar en las cocinas o en las cuadras, todo se puede arreglar, todo lo que mi florecilla desee.

No dudéis de que os amo con todo el ardor posible y que no es cosa de lujuria, aunque no negaré que me pierdo en ensoñaciones con vuestro delicado cuerpo desnudo sobre mi lecho, anhelando que lo posea… pero no es sólo eso lo que ansió de vos, también deseo una compañera de vida, alguien con quien compartir mis inquietudes y que me saque del desanimo que provoca tener que gobernar un reino tan extenso. Tampoco es una cuestión de egoísmo, sé que vos me amáis y es la mejor manera para estar juntos, para compartir todas las noches, de aquí hasta el día de mi muerte o mientras la fuerza me deje poseeros.

No mal interpretéis mis letras, aunque es cierto que desee poseeros cada noche y acariciar vuestros frutales pechos y morder la onda de vuestro trasero y dejaros extenuada y sin energías… pero mi proposición es limpia y sólo deseo compartir con vos un amor puro y sincero, dejando todo lo demás a una simple manifestación de mi adoración por vos, que es mucha. Imaginaos cuanto os adoro que estoy dispuesto a desposarme con otra para que vos disfrutéis de mi sin las ataduras y parafernalia que rodean a un matrimonio y para que viváis en paz y armonía sin la pesadez que produciría una guerra dinástica, fin seguro si no me desposo con la otra, omitiendo el hecho de que estando en guerra estaríamos lejos, amada mía.

De nuevo te imploro que acudas esta noche a mi encuentro y así me des el visto bueno para este arreglo que tanto ansío.


Mil besos de amor verdadero, querida Rosa.


Fdo. Tú príncipe azul…

viernes, mayo 13, 2011

Al olor de los geranios

Allí estaba, sentada en la terraza, al olor de las macetas de geranio intentando imaginar.
El tibio sol de Marzo acaricia su rostro y casi parece un cariño de Apolo. Los almendros mecen sus flores rosas al compás que marca el viento. La hierba es fresca, un lecho natural del que nacen mil dedos, que suben por la planta de su pie, cosquillas, graciosas hormigas exploradoras que provocan un escalofrío que atraviesa su cuerpo.
El arroyo canta y cien ninfas acompañan con la lira el poema de amor que traen los cantos rodados.
Los álamos bailan a la orilla del agua cuán odaliscas ante el sultán.
Un pájaro trina, haciendo los coros al arrollo.
Allí estaba, en el paraíso, en la terraza al olor de los geranios.

martes, mayo 10, 2011

Susurros

Gea, la gata, paseaba bajo mi pie desnudo, que pendía del sofá despreocupado mientras la otra pierna formaba un triángulo con el asiento. Yo sostenía un libro encima de mi pecho y apoyaba la cabeza sobre una pila de cojines. Una melodía de piano danzaba alegremente al salir por los altavoces del equipo de música. Gea seguía haciéndome cosquillas en el pie con su suave pelaje negro, yo dejé el libro y me incorporé en el sofá, poniendo ambos pies en el suelo, Gea rondaba mis piernas ronroneando cada vez más fuerte, algo quiere cuando se pone tan mimosa. Recogí mis piernas en ese sucedáneo de postura del loto y Gea se acomodó en el hueco de mis piernas y yo agradecí su gesto acariciándole entre los ojos, que ella cerraba.
Entró en la habitación, con la carpeta en una mano y el maletín del portátil en la otra. Su traje gris marengo contrastaba con mi ancha y raída camiseta negra y mis pantalones amarillos de pijama.
Se quitó la chaqueta y puso la cabeza en mi pierna, acarició a Gea con una mano y yo empecé a acariciarle el pelo también a él. Dos animalitos desvalidos ronroneaban entre mis piernas. Él se irguió, paseó su nariz por mi mejilla y acercó su boca a mi oreja.
-          Mmm, hueles a jazmín- susurró y yo reí.
-          ¿siempre?- pregunté en un susurro también.
-          Siempre- besó mi cuello y me abrazó suspirando- a veces creo que voy a llegar a casa- siguió susurrando- y me vas a tener todo lleno de flores y me vas a esperar aquí, desnudita, pero así, con la ropa vieja, sin arreglar, estas mucho mejor.
-          Si, claro- susurros…-. Hay demasiada diferencia entre la chica playboy y la muchacha del gato.
-          Prefiero a la muchacha del gato.

Su aliento recorría mi piel y me provocaba escalofríos que recorrían toda mi espalda. Me miró a los ojos y yo sentí que me convertía en algún material plástico parecido al magma. Besó mis labios y la fuerza de su beso me echó hacía atrás, obligándome a estirar las piernas. Gea saltó con un bufido. Le abracé con las piernas y… apaguen la luz y a dormir, y no se les ocurra espiar…

jueves, mayo 05, 2011

Deseo

Los labios carnosos, entreabiertos y húmedos, mis manos en sus caderas, atrayéndolas hacia mi, el olor afrutado de sus cabellos impregnándolo todo, su tacto sedoso, sus mejillas enrojecidas.
Me distraía de mis quehaceres, me veía sin remedio imbuido en mis fantasías en lugar de prestar atención a lo que tenía delante, era más soportable cuando estaba ante una montaña de papeles, cuando se hacía insoportable me escapaba al baño, daba rienda suelta a mis pasiones y después volvía centrado en mis facturas, pero últimamente me asaltaban atendiendo a un cliente y no es fácil venderle el nuevo best seller a los encargados de las librerías cuando aquel súcubo se metía en mi cabeza.
los fines de semana la buscaba en el bar, iba a primera hora de la tarde y me tomaba un café detrás de otro, hasta que aparecía.
Era encantadora en vaqueros, pero cuando llevaba su vestido rojo estaba arrebatadora, era vaporoso, le marcaba las líneas sin llegar a ceñirlas. Entonces me volvía loco, me daban ganas de arrancárselo y tomarla allí mismo, delante de sus amigas y el resto de clientes. Esa visión, excesivamente pornográfica me introducía en un estado febril que duraba varios días.
Yo no he sido nunca un voyeur y me sé atractivo, siempre he sido valiente e, incluso, descarado, nunca he tenido problemas en acercarme a las mujeres, pero había algo en ella que me resultaba amenazante.
Ella se había fijado en mi, me miraba de vez en cuando, en alguna ocasión, cuando se quedaba sola, me miraba fijamente, si fuera más presuntuoso diría que ella también fantaseaba en secreto conmigo, pero como no lo soy, sabía que era harto improbable, aunque lo deseaba con todo mi ser...