miércoles, mayo 25, 2011

Una carta de amor

Querida Rosa:

Tras nuestro encuentro esta mañana en el bosque no dejo de pensar en tus cabellos hilados en oro y en tu canto de ruiseñor, aún espero encontrarme contigo esta tarde y llevarte lejos, donde sólo estemos tú y yo, aunque existe un pormenor que muy probablemente cambie la naturaleza de la relación que pretendía entablar con vos.

No os lo he dicho, pero soy príncipe, Felipe, hijo de Huberto, y me hallo prometido desde la niñez con la princesa Aurora, única heredera de su trono, por lo que el matrimonio es altamente provechoso para mi familia. No pretendo inquietaros con esta noticia, como supondréis (o desearéis) he pataleado para que dicho matrimonio no se celebre, ya que he caído presa de vuestros encantos y mi deseo es tomaros a vos como esposa, auque, como entenderéis, mis deseos no priman en esta situación y por mucho que patalee, siendo el único hijo de mi padre, no puedo permitir que la dinastía se pierda por mucho que yo os adore, que lo hago. Así que finalmente me casaré con Aurora, pero no os angustiéis, querida mía, espero que encontréis oportuno que nos veamos en el bosque, tal y como teníamos acordado y os haré mi eterna esposa en el alma y os mantendré como concubina hasta el día que deje de amarte, que será, por supuesto, el día de mi muerte. Tenéis que entender, querida mía, que no puedo permitir que mi familia pierda esta oportunidad y que, por supuesto, no tengo intención de perderos.
En lo referente a la princesa no creo que se sienta ofendida, cuando nació tres hadas le dieron tres dones, una de ellas le dio la belleza, que será incomparable con la vuestra a pesar del encantamiento,  otra le dio una hermosa voz, tampoco comparable con la vuestra y cuando la tercera se disponía a darle el tercer don, que supongo sería la inteligencia, apareció una bruja malvada, la condenó a morir y se olvidaron de hacerla una mujer avispada para evitarle la muerte, así que no debe ser muy lista. Te prometo que no compartiré su lecho una vez llegue la descendencia y como vuestras caderas me dan la sensación de que no están preparadas para traer hijos al mundo, por su estrechez, estaremos todos contentos y sin pleitos dinásticos.

¡OH! Querida Rosa, nada me gustaría más que desposaros a vos y haceros mi reina, pero entended que si no desposo a la princesa Aurora el reino aledaño caerá en el más absoluto caos al quedarse sin dinastía monárquica, y eso traería tantos problemas a mi reino que no puedo permitir que mi pueblo sufra por no hacer yo el pequeño esfuerzo de casarme con esa pusilánime y por otro lado no puedo permitir que tus labios rojos como las grosellas estén lejos de los míos, o que tus trinos estén lejos de mis oídos, o que tus cabellos no descansen sobre mis sábanas de raso. Querida Rosa, prometedme que aceptaréis este acuerdo, tan provechoso para todos, y me amaréis aunque sea en la soledad de mi alcoba, aunque yo quisiera gritar a los cuatro vientos que es a vos a quien amo.

Quiero que entendáis que es mi obligación como heredero al trono procurar a mi pueblo la mayor seguridad y, muy a mi pesar, cumplir las promesas que mi padre hizo en mi nombre, además, así tendrás mucho más terreno para salir a canturrear por los extensos bosques que este nuevo reino nos ofrece, porque supongo que tendrás a bien trabajar como doncella de mi esposa, sé que no será tarea fácil, pero es la mejor manera de poder estar cerca sin levantar sospechas y de no darte un trabajo pesado, claro que si prefieres estar en las cocinas o en las cuadras, todo se puede arreglar, todo lo que mi florecilla desee.

No dudéis de que os amo con todo el ardor posible y que no es cosa de lujuria, aunque no negaré que me pierdo en ensoñaciones con vuestro delicado cuerpo desnudo sobre mi lecho, anhelando que lo posea… pero no es sólo eso lo que ansió de vos, también deseo una compañera de vida, alguien con quien compartir mis inquietudes y que me saque del desanimo que provoca tener que gobernar un reino tan extenso. Tampoco es una cuestión de egoísmo, sé que vos me amáis y es la mejor manera para estar juntos, para compartir todas las noches, de aquí hasta el día de mi muerte o mientras la fuerza me deje poseeros.

No mal interpretéis mis letras, aunque es cierto que desee poseeros cada noche y acariciar vuestros frutales pechos y morder la onda de vuestro trasero y dejaros extenuada y sin energías… pero mi proposición es limpia y sólo deseo compartir con vos un amor puro y sincero, dejando todo lo demás a una simple manifestación de mi adoración por vos, que es mucha. Imaginaos cuanto os adoro que estoy dispuesto a desposarme con otra para que vos disfrutéis de mi sin las ataduras y parafernalia que rodean a un matrimonio y para que viváis en paz y armonía sin la pesadez que produciría una guerra dinástica, fin seguro si no me desposo con la otra, omitiendo el hecho de que estando en guerra estaríamos lejos, amada mía.

De nuevo te imploro que acudas esta noche a mi encuentro y así me des el visto bueno para este arreglo que tanto ansío.


Mil besos de amor verdadero, querida Rosa.


Fdo. Tú príncipe azul…

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