
Entró en la habitación, con la carpeta en una mano y el maletín del portátil en la otra. Su traje gris marengo contrastaba con mi ancha y raída camiseta negra y mis pantalones amarillos de pijama.
Se quitó la chaqueta y puso la cabeza en mi pierna, acarició a Gea con una mano y yo empecé a acariciarle el pelo también a él. Dos animalitos desvalidos ronroneaban entre mis piernas. Él se irguió, paseó su nariz por mi mejilla y acercó su boca a mi oreja.
- Mmm, hueles a jazmín- susurró y yo reí.
- ¿siempre?- pregunté en un susurro también.
- Siempre- besó mi cuello y me abrazó suspirando- a veces creo que voy a llegar a casa- siguió susurrando- y me vas a tener todo lleno de flores y me vas a esperar aquí, desnudita, pero así, con la ropa vieja, sin arreglar, estas mucho mejor.
- Si, claro- susurros…-. Hay demasiada diferencia entre la chica playboy y la muchacha del gato.
- Prefiero a la muchacha del gato.
Su aliento recorría mi piel y me provocaba escalofríos que recorrían toda mi espalda. Me miró a los ojos y yo sentí que me convertía en algún material plástico parecido al magma. Besó mis labios y la fuerza de su beso me echó hacía atrás, obligándome a estirar las piernas. Gea saltó con un bufido. Le abracé con las piernas y… apaguen la luz y a dormir, y no se les ocurra espiar…
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